Los dolores ocultos de las fechas festivas
(Texto originalmente escrito en portugués y traducido al español con el apoyo de ChatGPT)
Los dolores ocultos de las fechas festivas
(Texto originalmente escrito en portugués y traducido al español con el apoyo de ChatGPT)
Hay gente a la que no le gusta celebrar fiestas como Navidad, Año Nuevo, Pascua, cumpleaños... Estas personas suelen decir cosas como: —Prefiero no celebrar la Navidad, porque se ha convertido en sinónimo de consumismo. —Me molesta que mucha gente solo sea solidaria en diciembre. ¿Solo se conmueven en Navidad? Es pura hipocresía. —Se pasan el año discutiendo y sin hablar con su familia, y luego llega la Navidad y quieren abrazarse y desear la paz. ¡Pura hipocresía! —Los cumpleaños son una tontería, son un día más. ¿Y para qué voy a celebrarlo si es un año menos de vida?
Éstas, aparentemente, son algunas de las razones por las que algunas personas evitan celebrar las fechas festivas.
También debemos tener en cuenta que el fin de año es una época que puede generar melancolía, pues, nos guste o no, nos invita a hacer balance de nuestras vidas y, para la mayoría, el panorama siempre es negativo. A pesar de los logros, los proyectos incumplidos y las pérdidas acaban siendo el centro de atención, lo que se convierte en una invitación a la depresión. De esta manera, con el dolor de las pérdidas, se dificulta la alegría y encontrar motivos para celebrar.
¿Pero qué pasa con quienes disfrutan celebrando las fechas festivas? De igual manera, hacen su balance anual, sufren pérdidas y aun así logran ver el vaso medio lleno.
¿Qué diferencia a las personas a quienes no les gusta de las personas a quienes sí?
Ya sabemos que cada individuo es lo que ha aprendido de sus experiencias y lo que aporta de su sistema familiar de creencias, valores e ideales. Así que la respuesta más obvia a esta pregunta sería: un grupo vivió experiencias positivas y el otro, negativas, en fechas festivas. Y sí, es una respuesta válida.
Para comprender lo que está sucediendo, vale la pena reflexionar sobre lo que tienen en común la Navidad, el Año Nuevo, la Pascua y los cumpleaños. Estas son festividades que normalmente se celebran en familia.
En nuestra infancia, no podíamos elegir no participar en las celebraciones, y en estas fiestas, lo que siempre ocurría eran las mismas cosas: las mismas personas, las mismas situaciones, a veces embarazosas o no, los mismos platos, las mismas canciones; es decir, repeticiones. Recuerda esa palabra: repeticiones.
Puede que haya habido desacuerdos, situaciones en las que alguien se enfermó por comer demasiado, otro terminó bebiendo demasiado y diciendo cosas que no debía. Un niño que no recibió un regalo y otro que se decepcionó porque no recibió lo que esperaba. En resumen, podríamos seguir hablando de una serie de eventos que han quedado grabados en nuestro inconsciente y algunos que llevamos en nuestra mente consciente.
Algunos de estos acontecimientos pueden haber generado en nosotros una emoción incómoda y cuando nos convertimos en adultos, cada año, cuando se acerca la época de celebrar la fiesta, esta emoción vuelve a apoderarse de nosotros.
Recordemos también que al celebrar estas fiestas existe una presión social para ser quienes somos frente a nuestra familia o quienes nuestra familia espera que seamos.
En las fiestas familiares, algunos familiares pueden hacer preguntas sobre sus relaciones, éxito profesional, condición física, hijos, etc. Algunas personas se sienten incómodas porque estos temas les resultan delicados, porque no los han resuelto bien, o porque no tienen la fuerza para tomar una postura con su familia sobre sus decisiones. Y ante todo esto, prefieren no participar en las celebraciones.
Pero ¿es todo lo descrito hasta ahora la verdadera razón para evitar las celebraciones? En muchos casos sí, pero en otros no.
En algunos casos, hay algo más profundo. Hay personas que se deprimen profundamente durante las festividades, lo que podría ser señal de un trauma emocional causado por estas fechas en algún momento del pasado.
El trauma, según el psicoanálisis, es material psíquico reprimido en el inconsciente; es decir, algo que ocurrió, pero que fue reprimido para proteger a la persona que lo sufrió. Sin embargo, en algún momento de la vida puede aflorar, provocando una profunda catarsis. Y aflorará precisamente en momentos en que se experimenten las mismas emociones, o emociones similares a las que se experimentaron en el momento del trauma. A estos momentos o situaciones los llamamos detonantes, porque desencadenan la emoción que nos recuerda el trauma.
Richard Bendler y John Grinder, creadores de la PNL, se dieron cuenta de que existe una secuencia de pasos para la instalación del trauma: 1 - Gran impacto 2 - Superposición de imágenes 3 - Velocidad 4 - Repetición 5 - Cambio inmediato del estado emocional
En PNL, cuando se produce un impacto que involucra dos o más canales de comunicación, se instala un trauma. Esto significa que, para instalarse, no es necesario que el trauma siga estos cinco pasos, pero si se cumplen todos, se instala con éxito.
Les pongo un ejemplo: Imaginen una familia celebrando la Navidad. Todos están reunidos: niños, sus padres, tíos, tías, primos, abuelos; en resumen, una familia de muchos miembros. Ya se han entregado los regalos y una niña juega feliz con la cocina que acaba de recibir. Está encantada con su cocina rosa. Está muy contenta porque es justo lo que le pidió a Papá Noel.
En la habitación frente a ella está su tío, a quien admira. Ha bebido demasiado y empieza a insultar a su padre. Los dos empiezan a pelear y todos se reúnen para separarlos. La niña oye la discusión y gira la cabeza para mirar. Se encuentra con la escena y empieza a sentir miedo y angustia. Empiezan a hablar cada vez más alto y los demás familiares corren a separarlos y empiezan a gritar: "¡Alto, alto!".
Ahora el tío y el padre empiezan a empujarse, a golpearse y de repente el tío empuja al padre, con un poco más de fuerza y éste cae sobre el juguete de la niña, rompiéndolo y la niña empieza a llorar desconsoladamente.
Al analizar lo anterior, la niña veía la cocina rosa e imaginaba algo bueno (primera imagen), porque estaba contenta con su regalo y su juego (estado interno de alegría, satisfacción). Empieza a oír la discusión y se gira para mirar. Ve a su tío y a su padre discutiendo y luego atacándose (segunda imagen, imágenes superpuestas). La niña siente miedo (cambio en su estado interno).
La gente empieza a gritar cada vez más fuerte y a repetir: «Para, para» (velocidad y repetición). El padre cae encima del juguete de la niña. La niña se asusta, siente miedo, ira (el padre rompió el juguete, arruinando su sueño hecho realidad), una confusión emocional y llora desconsoladamente (cambio inmediato de estado interno). Y todo sucedió en Nochebuena.
Con esta información, ¿te imaginas la cantidad de traumas que se pueden haber generado, en muchos de nosotros, en una fiesta familiar?
¿Y qué pasa después? Esta niña, al no saber cómo lidiar con el dolor, lo reprimirá, como hacemos los niños para escapar del dolor. En las siguientes Navidades, como es niña y tiene que compartir con su familia, aunque no pase nada malo, para ella lo importante son las similitudes, es decir, las repeticiones (¿recuerdan cuando le pedí que recordara esa palabra?). Todo lo que se repite a lo largo de la vida reforzará el trauma, porque todo funciona como un detonante que desencadena la emoción del primer evento.
Si esta niña escucha a alguien hablar más alto en la fiesta, se sentirá igual que la Navidad anterior, aunque en menor medida, pero será suficiente para reforzar el trauma.
Esta niña crece y tiene la opción de no celebrar la Navidad con su familia. Y al hacerse adulta, empieza a comprender que no le gusta celebrar la fecha. El consumismo y la hipocresía empiezan a ser justificaciones plausibles para evitar las celebraciones.
¿Y qué pasa con los cumpleaños? ¿Sucede lo mismo? De pequeños, es posible que hayamos vivido situaciones que nos hicieron no querer celebrar nuestro cumpleaños, como describí en el ejemplo anterior. También es una celebración familiar, pero ciertas situaciones, como durante el embarazo o el nacimiento, pueden traumatizar al niño y hacer que no le guste celebrar su cumpleaños ni los cumpleaños en general.
Si un hijo no es deseado por sus padres o por uno de ellos, puede sentirse inadecuado, rechazado y arrastrar este sentimiento toda su vida. Y su cumpleaños es una fecha que actúa como detonante para recordarle estos sentimientos de rechazo e incompetencia.
Si durante el embarazo hubo conflictos entre los padres, el niño podría culparse de ellos y sentirse incompetente. Entonces, ¿por qué celebrar el nacimiento?
Si hubo alguna dificultad al momento del parto, como un riesgo de muerte, la madre siente miedo y el niño siente el mismo miedo que ella. Este niño puede llevar consigo este miedo a la muerte el resto de su vida. Si la madre fallece durante el parto, el niño, además del miedo, siente culpa. La fecha de nacimiento será un detonante que despierte estos sentimientos en el niño.
Ampliando nuestra perspectiva, pensemos en personas que han tenido experiencias positivas relacionadas con fechas festivas y, sin embargo, sienten aversión a celebrarlas.
El dolor que algunas personas sienten en estas fechas puede estar relacionado con la lealtad a sus antepasados, ya que los traumas vividos pueden haber impulsado transgresiones a las leyes sistémicas. En este caso, quien es leal a su antepasado siente una genuina aversión a las celebraciones, pero no por algo vivido, sino porque está repitiendo el destino de su antepasado.
Sugiero leer el artículo “Lealtad Sistémica” para entender el tema.
https://emannar.com.br/artigo/lealdade-sistemica/17
Como podemos ver, hay varias razones por las que a la gente no le gusta celebrar las fechas festivas. Algunos sufren menos y otros sufren más.
El comportamiento de algunas personas tiene poco impacto en quienes las rodean, mientras que el de otras tiene un mayor impacto. Por lo tanto, si la persona se da cuenta de que evitar las celebraciones no le perjudica ni a ella ni a los demás y prefiere mantener este comportamiento, está bien. Pero si es algo que causa un gran impacto tanto para ella como para los demás, vale la pena ampliar su perspectiva y buscar ayuda.
Lo importante es sentirse en paz con las decisiones que tomas.